La complejidad de las relaciones entre directores y actores nos ha regalado míticos dúos cinematográficos como Martin Scorsese y Leonardo DiCaprio, François Truffaut y Jean-Pierre Léaud, o John Huston y Humphrey Bogart.
Pero sin duda, una de las relaciones más intensas y explosivas de la historia del cine es la pareja alemana formada por el director Werner Herzog y el actor Klaus Kinski. Fueron seis las ocasiones en las que trabajaron juntos, en películas míticas como Aguirre, Wrath of God, Nosferatu the Vampyre, Woyzeck, Fitzcarraldo y Cobra Verde.
Tras la muerte de Kinski, Herzog le dedicó el documental Mi enemigo íntimo (1999):
En este documental se recogen los conflictos constantes durante los rodajes entre Herzog y Kinski, una relación basada en la dependencia y el odio que generaba choques entre los egos de estos dos artistas. Insultos, agresiones verbales y físicas y amenazas son tan solo un aperitivo de lo que realmente vivieron estos dos individuos.
Hay que ser tan viejo como la Creación, y al mismo tiempo tan joven como si aún no se hubiera nacido… Hay que entregarse, abandonarse. Hay que perderse y volverse a encontrar. Las llamas del alma no deben apagarse nunca. ¡Hay que arder sin cesar, hay que quemarse y apagarse y volverse a encender! — Klaus Kinski
Kinski fue paracaidista del ejército nazi y aterrizó en el mundo de la actuación en un campo de concentración británico durante la segunda guerra mundial. Su personalidad irascible y explosiva era dominada por su esquizofrenia que le acompañaba en cada uno de sus papeles.
Herzog, junto a Fassbinder, fue uno de los padres del nuevo cine alemán, y destacó por emplear un lenguaje cinematográfico poco convencional. Se inició en la dirección de manera audotidacta.

A pesar de la caótica relación en la que se desdibujan los límites de la realidad y la ficción, nos quedamos en la retina con algunas imágenes inolvidables que estas dos personalidades opuestas y magnéticas regalaron al séptimo arte.